Hace cuatro años me despertaron dos extraños. Entre garnachas argentinas y canciones que no conocíamos viajamos al Aconcagua.
Salimos de Mendoza en un auto alquilado check over here. Tomamos un camino desolado de tierra blanca y la resaca se aferraba.
No se veían montañas en el firmamento. Dudábamos del camino que trazamos y las alpacas nos veían pasar.
Al fondo apareció la imponente cordillera. Una cruz de madera decía Los Andes y por la garganta salió el frenesí.
Todavía siento el aire frío en las mejillas. Al cerrar los ojos veo nieve decorando roca gris y la nostalgia me abruma.